Tanto regocijo le produjo la nueva afición que le apenaba continuar pintando sucesivas capas sobre la misma tela. El caso es que supo de una tienda que servían a domicilio y… ¡OMG, la locura se apoderó de su confinada existencia! Le dio por encargar lienzos y pinturas sin control alguno. Esta adicción le duraba hasta que el sol, cansado de alumbrarla, ponía pies en polvorosa.
Así fue como Racapi cambió pixeles por pinceles. A día de hoy desconoce el motivo que le impulsó a usar ese nombre otra vez, pero se alegra de haberlo hecho y los guarda con especial cariño...
© Racapi